Historia del feminismo en Colombia (parte I)
Es increíble pensar que hasta hace unas semanas teníamos una vida “normal”. Tanto es así que las mujeres salimos a las calles en todo el mundo a protestar y reivindicar nuestros derechos el 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer.
A pesar de que el coronavirus haya opacado otros problemas sociales, es una obligación seguir concentrándonos en problemas que no merecen menos importancia, por eso la urgencia en hablar de mujeres y feminismo.
Tres días antes que saltasen las alarmas, nos encontrábamos aquí en Bergen, de este lado del mundo, debatiendo la marcha feminista en Colombia y la legitimidad del uso del cuerpo femenino como forma de protesta. Y lo cierto es que el año pasado, en el marco de las protestas chilenas, un coro recorrió el mundo entero.
“Un violador en tu camino” nos recordó la importancia de la lucha feminista y mostró la fuerza con la que las mujeres hablaban al mundo. Los diarios internacionales dedicaron sus portadas al feminismo en Latinoamérica. Vimos imagenes con lemas como “Ni una menos”, “paren de matarnos” o “nos queremos libres y combativas”.
En Noruega un trocito de esas mujeres, a traves de la migración latinoamericana, se presentó a las marchas del 8 de marzo, no solo marchando, sino organizándose, haciendo pancartas e incluso tomando el micrófono.

En Oslo, el grupo feminista Femina, formado por mujeres procedentes de Colombia y Perú estuvo presente. Lina Maria Alvarez Reyes, portavoz del grupo en la marcha dijo:
“apreciados, los siguientes cortos minutos, los quiero llevar a un viaje, únanse a una destinación vacacional exótica de temperaturas calientes y paisajes increíbles. Bienvenidos al lugar del que provengo. Bienvenidos a Latinoamérica. Mi intención ahora no es dañar su viaje, pero hay que hablar sobre una enfermedad grave que nos esta afectando a todos hoy. No, no estoy hablando del coronavirus, estoy hablando de otra pandemia grave que afecta seriamente a las mujeres de todo el mundo. El virus se llama patriarcado.”
Las mujeres de todo el mundo continúan su lucha, y las exiliadas, refugiadas, migrantes que provienen de America Latina, trajeron sus colores y luchas al escenario nórdico.
Y es que antes del coronavirus el feminismo pintado de verde y morado, lleno las calles de Buenos Aires, Bogotá, Santiago de Chile, Rio, Madrid, Oslo…
Y el feminismo latinoamericano era portada.
Y hoy aunque las portadas han sido acaparadas por el coronavirus y su impacto económico, sabemos que las mujeres que están en confinamiento, son más vulnerables porque la violencia de género no ha parado, al contrario ha aumentado.
Por eso vamos a recordar y a repasar donde estaban las mujeres hace un siglo en Colombia, por qué luchaban y qué consiguieron, para saber de dónde venimos y a dónde hemos llegado.
Mujeres al frente
Quien de ustedes haya crecido en la diáspora, o se encuentre fuera de Colombia desde temprana edad, o por cuestiones de la vida ha abandonado el territorio nacional hace largo tiempo, sabe que
es muy difícil recordar qué mujeres forman parte de nuestra historia. No tan solo cuáles, sino en qué forma, qué resistencias generaron, cómo lucharon, todos esos detalles que se diluyen en la gran historia, la oficial, la que casi siempre está escrita por hombres para hombres.
Como mucho hay unos espacios en la memoria, lleno cosas inconclusas, sobre conflictos, independencia, la república, Bolívar, y más conflicto…
Por eso hablemos de las grandes feministas del siglo XX en Colombia, esas viejas berracas. Tendremos una infinidad de razones para ser feministas, con referentes propios, y sentirnos orgullosas. Veremos que el feminismo no se ha gestado en el norte exclusivamente, y que no es académico, sino que siempre ha habido saberes feministas, y que existen datos que recogen los movimientos de las lideresas colombianas desde épocas de la colonización, cuando las mujeres participaron, por ejemplo, en tertulias literarias, como espías o incluso colaboraron con las guerrillas independentistas.
Y ya desde antes mujeres indígenas que habitaban ese territorio denominado Colombia resistieron a la colonización. Un claro ejemplo es la Cacica Gaitana en Timaná (Huila) que en 1538 lideró una rebelión exitosa de diversos pueblos indígenas contra el colonizador y saqueador español Pedro de Añasco.
La historia nos habla de Policarpa Salavarrieta, conocida como “la Pola” la famosa heroína que espió para los independentistas criollos contra la Corona española y quien fue ejecutada en la Plaza Mayor de Bogotá.

Hasta ese momento hay datos puntuales sobre la situación de las mujeres en Colombia, y si la hay se trata en su mayoría de mujeres blancas, descendientes de españoles, procedentes de la burguesía naciente, pero eso va cambiar con llegada del siglo XX.
Las condiciones de desigualdad siempre habían estado presentes desde la creación de la República, pero la industrialización en inicios del 1900 venía a acentuar aún más las desigualdades. Y las mujeres no se quedan inermes ante estos cambios.
“Huelga de señoritas”: las obreras de Bello
La historia de la industrialización no se explica sin el aporte femenino, todos sus sentidos, tanto en la fabricación de tejidos y tabaco, como por su aporte a los derechos laborales, las mujeres juegan un rol de extrema importancia.
Este 4 de marzo se cumplieron cien años de la primera huelga femenina en Colombia.
En 1920 en Bello, Antioquia, las obreras de la “Fábrica de Tejidos de Bello”(la más grande del país en ese momento) eran explotadas hasta la saciedad con unas condiciones laborales inhumanas, además de que eran acosadas sexualmente por sus jefes y supervisores. Ni siquiera podían usar zapatos pues las mujeres eran consideradas seres indignos.
Las condiciones sociales no eran favorables, en un país moralista y machista. La iglesia católica prohibía que se emplearan mujeres casadas, pues su deber era atender el hogar y los hijos. Además las obreras vivían en “patronatos”, o centros de orientación cristiana dirigidos por monjas. La iglesia a través de las organizaciones sociales católicas, se encargaba de ofrecer una educación obrera, dónde se enseñaba la lealtad y obediencia a los jefes, la “conservación de la virtud”, y se controlaba la virginidad.
La mayoría de los trabajadores de la fábrica eran mujeres del campo, analfabetas, humildes y desplazadas, además de niños y niñas. Todo este cúmulo de cosas las hartó y las empujó a una huelga. Los compañeros de trabajo, en un principio reticentes, también secundaron la huelga.
Las mujeres de Bello no fueron ningunas sumisas, no sólo porque se aventuraron a trabajar en sectores nuevos rompiendo con los roles impuestos por la sociedad de la época, sino se organizaron y protestaron. Exigieron mejores condiciones salariales, medidas contra las humillaciones y contra el acoso sexual.
Esto demuestra que una parte de las mujeres colombianas ya a principios de siglo desafían el poder de los hombres, de los empresarios, de las instituciones y de la iglesia, y forman un frente de resistencia femenina contra la explotación laboral.
La huelga duró 21 días y tuvo tal impacto que generó un debate en el interior del gobierno. Estudiantes, medios de comunicación, y simpatizantes, se unieron para apoyarlas. Una mujer descalza de tan solo 23 años, Betsabe Espinal, lideró la huelga y las negociaciones, participó en las asambleas, habló con la prensa y promovió la creación de un comité de solidaridad a través del cual se recogían alimentos para las huelguistas.
El dia de la firma del acuerdo, una multitud esperaba a Betsabé y sus compañeras con el acuerdo firmado y no se retiraron del lugar hasta asegurarse que se hubiese conseguido lo que las huelguistas pedían. Y a pesar de que el dueño de la fábrica, despidiese a Betsabé y a otros empleados más tarde, el impacto de la huelga era imparable.

Tras este episodio más mujeres romperían el orden convocando huelgas y exigiendo por sus derechos en varias fábricas del país.
La Flor del Trabajo
Maria de los Ángeles Cano Márquez, es considerada la primera mujer líder política en Colombia. Tuvo un sin fin de roles: desde bibliotecaria, pasando por escritora, periodista, activista y un largo etcétera. Destacó por su defensa de los derechos de la clase trabajadora, de los campesinos, y de las mujeres.
Imaginen en la época de nuestras tatarabuelas a una Maria Cano, hija de la clase media católica y liberal, que estuvo en la cárcel por defender a los huelguistas frente al abuso de las fábricas.
Una mujer de principios del siglo XX que no se casó ni tuvo hijos, eso era revolucionario en cualquier parte del mundo, incluso en los paises más ricos y “civilizados”.
Maria leía poesía e historias en los barrios obreros porque creía en la palabra y la literatura como motor de cambio, tanto es así que organizó una biblioteca popular gratuita. Así es como María se convierte en la Flor del Trabajo, una figura nacional que participa en el movimiento obrero.
Fue una activista que se dedicó a analizar las condiciones de los trabajadores obreros, y por conocer esas condiciones los defendió a ellos y a sus huelgas en todo el pais, como a los derechos de las mujeres y de los campesinos.
Maria proclama la consigna de las 8 horas por toda Colombia: 8 horas de trabajo, 8 de horas de descanso, 8 horas de estudio.
Sus últimas palabras públicas las da en el homenaje del movimiento de mujeres sufragistas en 1945.

Derechos políticos – República Liberal
Hasta 1932 en Colombia las mujeres todavía eran tratadas como menores de edad.
Hasta ese momento no podían realizar algún acto jurídico sin autorización expresa de su marido, ni tampoco disponer de sus bienes ni dar testimonio en un juicio.
Las mujeres colombianas eran castigadas por el código penal en caso de adulterio pero los hombres no, si un hombre asesinaba a su mujer – feminicidio- no pasaba nada, y en caso de que no la matase podían pedir que la encarcelaran por adúltera.
A la lista se añadía el hecho que no podían estudiar bachillerato, en un contexto en en el que la educación era un privilegio de ricos, y la que había sólo preparaba a la mujer para ejercer el rol impuesto por la iglesia.
Es decir, las mujeres, igual que otras minorías del país, como los indígenas y los afrocolombianos, estaban en una situación injusta, desigual, y discriminatoria.
Hubieron dos mujeres que encabezaron la lucha feminista ese momento, se trata de Georgina Fletcher, española residente en Colombia, y Ofelia Uribe, periodista y política colombiana.
En 1930 Georgina Fletcher creó el centro de Cultura Femenina, y junto con Ofelia organizaron un congreso internacional femenino en el que debatían la condición de esclava de la mujer y la emancipación femenina.
Así es como se consiguió que las mujeres colombianas pudieran estudiar bachillerato y universidad y administrar sus propios bienes. A partir de 1936 pudieron ocupar cargos públicos aún sin ser ciudadanas y se abolió el poder que tenían los hombres a imponer la pena capital sobre las mujeres.

El derecho al voto tardaría veinte años más en hacerse realidad, sólo en 1954 tuvieron derecho a elegir, a ser elegidas, y a ser ciudadanas. Y no fue un derecho caído del cielo, dos mujeres Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda habían estado pujando para conseguirlo. Ellas dos se encargaron de recoger firmas por todo el territorio colombiano y que así se hiciera realidad que las mujeres pudieran participar en las elecciones.
Gracias a todo esto, nuestras abuelas o tatarabuelas pudieron votar por primera vez en 1957. Y si, fuimos uno de los últimos países de América Latina en adquirir este derecho. Y no fue una batalla fácil: tanto para la iglesia católica como para los sectores más conservadores, el lugar de la mujer era el hogar. Si bien es cierto que las mujeres que se movilizaron para obtener el voto femenino pertenecían a la clase media y alta, y eran mujeres blancas, utilizaron su privilegio para favorecer a todas las mujeres de Colombia.

Sin embargo no hay tanta constancia sobre la lucha de las mujeres indígenas o negras, minorías históricamente discriminadas en Colombia. Si leemos entre lineas encontraremos, por ejemplo, que 1400 mujeres indígenas firmaron un manifiesto en el que exigían a los hombres levantarse contra el orden ilegal e injusto impuesto por la “civilización”, lo que demuestra que si habían mujeres en las otras comunidades -no blancas y no urbanas-, que cuestionaban el orden existente. A pesar que no se hayan denominado como feministas por no reconocerse en las definiciones académicas y formales, pero que en su hacer lo fueron, por romper con esquemas y actuar en busca de la justicia y la equidad.
Sin embargo no hay tanta constancia sobre la lucha de las mujeres indígenas o negras, minorías históricamente discriminadas en Colombia. Si leemos entre lineas encontraremos, por ejemplo, que 1400 mujeres indígenas firmaron un manifiesto en el que exigían a los hombres levantarse contra el orden ilegal e injusto impuesto por la “civilización”, lo que demuestra que si habían mujeres en las otras comunidades -no blancas y no urbanas-, que cuestionaban el orden existente. A pesar que no se hayan denominado como feministas por no reconocerse en las definiciones académicas y formales, pero que en su hacer lo fueron, por romper con esquemas y actuar en busca de la justicia y la equidad.
Como vemos lo que se concibe como el empoderamiento femenino empieza tímidamente a manifestarse desde principios de la creación de la república de Colombia.
La industrialización y su discriminación hacia la mano de obra femenina desespera a las mujeres, quienes se rebelan y empiezan a organizar huelgas y protestas. Su fuerza, rebeldía, resistencia y organización, en una sociedad que se empeña en encerrarlas y negarle sus derechos. Tanto las mujeres más desfavorecidas y pobres, a través de huelgas, como las de las clases medias y altas quienes impulsan reformas civiles y políticas de gran impacto.
Para los afortunados que tienen aún a sus abuelas o tatarabuelas vivas, mantener con ellas una charla sobre la situación de las mujeres a mediados de siglo en Colombia es confirmar estos hechos.
La segunda mitad del siglo XX será abordada en el siguiente articulo. De donde surge la necesidad de plantear un feminismo atravesado por la raza, el sexo y la clase social? Un feminismo que empieza a plantearse no solo la igualdad de género sino que va más al fondo. Se forma de una pluralidad para cuestionarlo todo, pasando por los privilegios de raza y clase, tan presentes en Colombia como en la región latinoamericana.
Hay que añadir otra particularidad que irrumpe en Colombia de forma brutal y a las mujeres colombianas: el conflicto armado que marcará la historia del país la segunda mitad del siglo XX. El feminismo en Latinoamérica contribuye a la construcción de un feminismo diferente al eurocentrico, pero también tienen un recorrido propio y particular.
